Abuela ¿Por qué te hiciste mayor?
Vi tus fotos de joven,
eras guapa y alta
¡tenías el pelo tan negro!…
Reías en todas,
seguro que estabas contenta.
Tus dientes eran muy blancos
y tus ojos, ¡no sé!
tenían un brillo especial,
con chispitas
y aunque la foto era vieja,
esas chispitas me parecían color de plata.
Pero hoy abuela no me gustas,
tienes arrugas en la cara
y en tus ojos ya no hay chispitas.
Tus dientes, ¿por qué te faltan algunos?
y tu pelo tan negro…
¿Por qué lo tienes tan gris?
Mamá me pone colonia
tú, ¿por qué hueles a cocina?
—
Pobre abuela,
ya tu vida casi la tienes vencida,
no te quedan muchos años
por eso ¡Aguanta!…
pero eso sí,
sonríe siempre,
calla siempre,
escucha siempre.
Porque tú no sabes, abuela,
tú no estudiaste,
tú no entiendes,
hay que hablarte más fuerte
y dices que no ves muy bien.
No obstante…
¡Benditas seas abuelas!
Con tus faltas,
con tus deficiencias
y con tus olores a cocina.
Sigue amando,
sigue trabajando,
sigue sonriendo,
sigue esperando…
Ellos se harán adultos alguna vez
y es cuando se darán cuenta de toda tu valía.
De las paellas tan ricas que hacías para todos,
los sábados…
De las horas que entregaste a los demás,
sin cansancio…
De las noches que no conciliabas el sueño,
por los problemas de tus hijos…
Del descanso que no disfrutabas,
por darle juego a tus nietos…
De los rezos a todos los santos,
por la salud y el trabajo de los tuyos…
Es entonces cuando ellos un buen día,
cuando les venga a la mente tu recuerdo
cortarán una flor,
la pondrán junto a tu retrato
y debajo una frase escrita con amor, que diga:
¡Bendita seas abuela…!
¡Cuánto nos quisiste…!
Niñas del mundo
que vagan perdidas,
buscando abrigo
pidiendo ayuda.
Almas rotas que ansían
un abrazo tierno,
una dulce caricia
un suave pañuelo,
que enjuguen sus lágrimas
sin brillos ni reflejos,
porque las ensuciaron
la maldad de los tiempos.
¿A quiénes importa
el sucio ropaje
que envuelven sus cuerpos?
¿Y quién se conmueve
al ver implorantes
sus manos extendiendo?
Sus oídos no oyen
melodías ni nanas,
ni poesías, ni cuentos…
sus oídos solo escuchan
de las bombas el estruendo.
Y ¿por qué les pasa esto?
¿Qué mal hicieron
si sólo querían juegos,
ir a la escuela,
escuchar al maestro
y al volver a casa
que mamá les diera un beso?
Y que papá al volver
de su trabajo sin frenos,
les llenara de requiebros
y ellas orgullosas les dijeran:
“¡Papito, te quiero!”.
1 de Febrero de 2019
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