Literatura de su obra

Texto de Gerardo Ruiz-Santacruz sobre la obra de Mª Carmen Fernández Rivera
COMENTARIO

Cuando un día Mari Carmen me dijo que quería pintar, yo ya estaba seguro que si ponía en su pintura tanto amor como en tantas y tantas otras cosas,- y estaba seguro de que lo pondría-, el resultado no podía ser otro sino una mezcla de serenidad, belleza, paz y armonía; un reflejo de ese Dios en el que ella no solo cree, sino en el que vive inmersa.

Quizás por eso su espíritu inquieto no la dejó centrarse en un solo tema. Trató de buscar primero la belleza del mundo que la circundaba: su Vélez y el mío, la Axarquía con sus campos, su mar y sus pueblos, para buscar después, como en el baúl de los recuerdos, objetos olvidados, viejos e insignificantes, pero repletos de vida.

Quiso plasmar después en unas obras sus mejores obras: sus hijos. Y ahora, abriendo ventanas al mundo a través de un papel, ha ido extrayendo, como si fueran las hojas de un viejo álbum, bellas estampas del pasado y las ha ido fijando en sus cuadros como diciendo: Lo bello ya estaba ahí, yo sólo lo he fijado a un cuadro.

También a ella, como a mí, le ha ilusionado la idea de detener el tiempo, apresar la belleza, y así poder disfrutar contemplándola sin prisas. Por eso también a ella estos humildes versos:

¡Qué ilusión si un día amanecieran
parados los relojes!
¡Qué ilusión si el sol permaneciera
prendido al horizonte!
¡Qué ilusión si una nube , allá en lo alto,
recortada de azul, tuviera forma
de bellísimas flores!
¡Qué ilusión si Dios y yo siempre estuviéramos
hablándonos de amores!
¡Qué ilusión si el tiempo se parara!
¡Qué ilusión si siempre fuera nuestra hora
en todos los relojes!

La contemplación de la obra de Mary Carmen, en mi modesta opinión como historiador de arte, hace realidad esta ilusión.

Gerardo Ruiz-Santacruz Redondo
Licenciado en Románicas.